Published on Monday, July 24th, 2006 at 3:32 am

Mientras contabas todas esas cosas triviales me acordaba de otras. Intentaba mover el brazo simulando que no sentía incomodidad.

Recordé sin ningún fundamento esa historia que me había contado un buen amigo y que tenía una historia similar, la rutina, el vacío de la vida, los finales felices no tan felices, el fin de los juegos, el principio de la monotonía y del gran blanco que no era tan blanco pero que actuaba como el hoyo negro… el gran clic de la realidad.

Si señor, pensé. Esto es el fin, y no había ninguna droga, ningún paparazzi, ningún escándalo. No había nadie a mi alrededor y se decretaba a cajón cerrado. Pensé en salir algún rato, pero me hubiese extrañado demasiado. Por que por supuesto de mi persona estamos hablando, y nadie más. No estamos hablando en realidad de vos, y tus historias, sino de mi brazo acorralado por tu cuerpo. Y es ahí donde pienso en escaparme sin fanfarria alguna, dejando salir lo peor de mí a la calle nublada y llena de niebla derecho hacia el pasaje del olvido, callejón que no sé si será sin fondo.

Es el fin de una noche, no poca noche, no gran noche, de matices caros y costos extensos, características poco notables si se piensa que la noche debería tener rasgos que abarquen más de lo que alcanzan a decir las palabras. Si, por que se me escapa también que debería decir la hora y la temperatura. Es la hora de partir, si, las estrellas están y a lo mejor en poco salga el sol, si es que realmente quiere verme la cara. Y la temperatura, la temperatura descansa con un cigarrillo en la mano, mira esquiva en la cuadra pensando quién será su próxima víctima. Casi siempre era yo, pero… hoy parece que paso desapercibido a los ojos de todos. Supongo que la fantasmagoria es un estado efímero entonces, o recibí la gracia divina de pasar inerte por la niebla sin despertar ningún nubarrón o mover las partículas de los respiros del humo gris y que nadie sienta mis pasos a través de todo lo que no se puede ver.

Antes, antes habíamos comido hasta el hartazgo, mientras seguía escuchando tus historias y simulaba interés, lo mentía. Debo admitir, simplemente no es por que no te quisiese, sino que ya no había sorpresa y cualquier cosa que me contases no iba a causarme gran alharaca. No iba sentirme sorprendido por que no dejaste el espacio para que yo pudiese ocuparlo, ergo decidí moverme hacia un costado del lugar donde pensás que estoy ubicado, y a lo mejor cuando me busques allí no esté, pero un paso más a la izquierda aunque rápidamente pudiese habido escaparme gracias a mi invisibilidad.

Pastas con salsa rosa. Flan. Gaseosa. Y nada parecía suponer que mi fisonomía cambiaría, por que por más que mis orejas grandes, o mi panza grande, o mi nariz grande, jamás, jamás saldría de esta invisibilidad en la que me he metido, supongo. Nadie vendría a buscarme en cuenta de algún rasgo que me hubiese relacionado con una situación sospechosa, calculo. Y si, eso es todo acerca de ser invisible, es el arte de ser irrelevante al contexto, al mensaje y a quien lo manda o lo recibe.

Después de todo, cuantas veces me había ido de la cama mientras dormías. O a lo mejor estabas despierta y no me oíste huir despavorido. Siempre sin hacer ruido pero no con menos ganas. Y si, por que siempre me gustaba quedarme abrazado, pero siempre era mejor el silencio, por que a vos te causaba dudas y a mí me instruía tranquilidad. Me daba ese espacio donde sabía que todo estaba bien en el silencio, por que simplemente hay cosas que no necesito saber y justo en ese entonces el silencio se apodera de mí, dejando lugar a la música, a los grillos, al ladrido de los perros o incluso a algún auto que pasaba por allí. Simplemente abrazame, te dije, me dijiste, y no quería escucharte. Un abrazo, y necesito dormir o irme. Necesito ese espacio, necesito el tiempo y el lugar, necesito huir y a lo mejor más tarde volveré y me quedaré, nada puedo asegurar.

Supuse que esto necesitaba un gran fin y no quise dárselo. Por darle lugar al silencio quise callarme y que todo esto muriese solo. Dejarlo morir solo, pensé. Y hay muy pocas cosas que mueren por sí solas en este mundo, espíritus que caen en la negligencia y en el olvido de la soledad, la podredumbre, el oxidarse, el perderse, el irse sin caminar, el silencioso alejamiento de todo lo que éramos, o era, un nuevo escape de la cama sin terminar de levantar el brazo. No quiero despertarte, me quiero ir, no quiero que me odies, yo soy así.

Y en todo ese durante, soñaba con cosas mejores.

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