Published on Thursday, December 2nd, 2004 at 1:28 am
Dulcinea, dulcinea.Mucho tiempo hace que no toco tu larga cabellera.
Que no escucho tus sinsentidos.
Querida, me fui.
Una carta larguísima dejé a tus pies en aquel altar que te puse en los aires, donde estabas alta para mi postura y baja para los demás. Una misiva, donde te dije cuanto te quería, un papel que no destrocé simplemente para que tuvieses una pista de que algo estaba bien y algo estaba mal. Yo estaba muy mal. Ahora no estoy.
No veo, tampoco. Siempre fuiste bajita. Ahora me acuerdo de tu sonrisa extasiada. Me veo tentado a volver y abrazarte hasta el ahogo. Me deslizo por tu cabello… no puedo evitarlo. Rodeo las comisuras de tus ojos, navegando por tus pestañas y dejando que el reflejo de nosecuantos quilates brillen ante mi frente fea y gastada. Orillo en tus lagrimales gastados por tanto llorar en cuenta de otros caballeros. Conmigo nunca tuviste una razón para llorar: me odiaste o me quisiste y jamás nos perdimos. Fue lo que no fue.
Veo que con mi gordura de oso puedo abrazarte alrededor, encontrar mis brazos. Por eso me confundo con un fantasma cuando cierro los brazos profundamente y veo que fue sólo una ilusión, mis brazos al cerrarse sólo volvieron al lugar original. Yo me llevé otra impresión más. Cómo anhelo abrazarte de vuelta y poder apretar tu cuerpecito, yo sé que te dolía cada vez que apretaba. Pero era sólo para cerciorarme que eras real y yo no estaba jugando juegos con mi mente de vuelta.
Y ahora no me siento como… no siento.

Related Posts

Dejar contestación

XHTML: You can use these tags: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <code> <em> <i> <strike> <strong>