Published on Monday, October 25th, 2004 at 2:55 pm
Hoy el viento me corre el pelo hacia los costados, juguetea ansioso con mis ojos. Es un día encumbrado cuando miro hacia la costa y veo a la distancia el otro lado, y me devuelve la mirada, estoico. Me gustaría que me sonriese. Pero no puedo obligarlo. Así que logro admirar cómo tambien hace que las ramas de los árboles aplaudan mientras las luces se despliegan, cansadas. Cómo me gustaría que estuvieses a mi lado. Para ver lo invisible, las cosas donde no están. Para convertir un día nublado en un día soleado para mis ojos, para reírme del mismo día nublado si no logramos juntos que se corran los monstruos que flotan arriba de nuestras cabezas. Pero no estamos en la misma página, y ya te fuiste. Y lo único que me quedó fue ver paisajes nublados donde antes había sol, incluso en los días que lo hay, cuando los malos momentos eran de ambos y los buenos eran de cada uno. Porque tampoco pude compartir eso. Y me siento. Te fuiste. Y ahora el paisaje es amenazante. Yo sólo quiero que este cuento termine en un alumbrado final, o una negra noche. No quiero ver más esas nubes, por que los rayos que vienen con ellas presagian que las cosas van a ser peores y yo no quiero estar ahí. Yo quiero gozar el momento, reírme cuando llega la lluvia, dejar que las gotas me resbalen. Algo siempre nos falta. Tampoco puedo obligarte a vos. No puedo torcer los brazos de los árboles, tampoco. Sólo puedo gozar colgado de ellos, así como me balanceé en tus cinco besos que valen como diez mil. Los extraño, también.

Ésto fue inspirado también por “Día de amor” de María Gabriela Epumer.

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