Published on Wednesday, June 30th, 2004 at 12:40 am

Jamais ici.
Ayer, hace una semana tuve el privilegio de viajar en el 100 hacia Avellaneda. Para pasar por Isla Maciel… y me cuesta entender como se puede vivir tan mal. Siempre existe una estética a todos los lugares donde se vive o se visita.. una idea de belleza que nos inspira vida, nos ayuda a visitar, nos dice: aquí vive algo bello, una atmósfera diferente. Tiempo atrás algunos se atrevían a hablar de la belleza de lo sensible. Simplemente hubiesen dicho “aquí nunca se habló de belleza visual”. Se va al sur del país, se ve la belleza. Se va al sur de la ciudad de Buenos Aires… se ve… un enorme hoyo negro. Un ámbito vacío donde nada excepto lo gris parece crecer. Parece entenderse por qué un siglo atrás aquellos inmigrantes, los anarquistas, parecían más preocupados por una huelga que por el lugar. Por que simplemente no inspira. No desafía a nadie a jugar con su naturaleza… no apuesta su embellecimiento. Parece inspirar la muerte aunque sabemos que no es lo único que hay.
Y no sé por qué al pasar por ahí sentí mi vida pasar por el costado. Te vi a vos. Y pensé, yo solía ser el norte, ahora soy el sur. Soy árido, una acumulación de pequeñas casuchas con techo de chapa. Soy la antítesis de la felicidad, el fin del disfrute. Antes era hermoso. Era un delta del tigre.. una belleza impoluta y escondida. De vez en cuando destilaba, destilo un haz de orgullo. Ahora soy el gris del cielo que refracta entre los techos, va hacia el piso, recorre los corazones y pinta cual lienzo los pulmones. Y se suelta en forma de polvo al frotarse las palmas. Tanto gris no permite ni un negro ni un blanco. Tampoco un rojo, un rosa, un naranja, un amarillo, ningún amanecer. Sólo permite nubes enormes. Polvo volcánico de lo que alguna vez fue la lava corriendo a ríos. Era lo que fui. Así nadie se mudaría hacia mí.
Pero hasta cierto momento me mimeticé con el lugar y ví que no podría comprenderme a mi mismo. Yo no me creé. Yo no lo creé. Simplemente me convertí, agrupé los espacios de una manera desordenada, para dejar sólo pequeños pasillos llenos de charcos alrededor. Lagunas, mejor dicho. Se puede caminar por allí, pero no hay letreros para encontrar lo que se busca. Y de a momentos se encuentran lugares extraños que causan sensaciones ambiguas, extrañas, fuera de los lugares ordinarios.

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