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Title : Un día como hoy.
Hay días que despertás y destellás los ojos con el esfuerzo que se requiere para levantarse con los pies correctos. Te despabilás, y al mismo tiempo seguís en el sueño de ayer, en el sueño eterno. En el sueño donde la inconsciencia se hace vida y uno vive inconsciente de las realidades del mundo.
Es ahí cuando el primer destello hace su descargo frente al flash de consciencia y los lugares comunes reúnen sus fichas y comienzan a jugar. Donde suenan los “yo me encargo de la noche, vos del resto”. Justo ahí donde no lleva nadie ni nada, donde las ketaminas no sirven y los sueños son arrancados como dientes de leche.
Ahí justito, en la noche, en la esquina donde te dije “hola” y parece como si lo hubiese soñado. Algunas veces soñé con el corso de astronautas, pero la mayoría de las noches soñé con vos y trascendió las barreras del todo. Fue más que amor, fue más que el sexo, era indescriptible pero tan bueno que no valía la pena arruinarlo describiéndolo.
Si, si, ya sé que parece difícil de entender. Ni yo lo comprendí en un primer momento, pero el extrañarlo es dificil y es imposible. Las horas son largas y rencorosas.
Justo al momento donde recupero la consciencia para levantarme. Un día más. Un día me voy a dar cuenta que no tengo que levantarme, que Dios no me obliga más. Me dijo “creo que ya fue suficiente.. si no te quitaste la vida vos, es por que te llegó la hora”, y con un suave golpe separa el cuerpo de los sueños que alberga.
Un día.Un día, pienso. Un día no me voy a esforzar más. Un día todo va a estar bien por que no va a haber nada para hacer ni nadie para molestar. Un día voy a dejar de ser agradable. Otro día volveré a serlo. Un día voy a crecer una mente, otro día tendré algo que hacer con ella.
Un día como hoy, cuando estiro las piernas y el calambre da el pinchazo de dolor, como la primera estocada al toro. Un día, gris y cualquiera, donde buscás la toalla para empaparte de las verdades. Donde te enjabonás, te ponés todos los productos que te van a hacer aceptable y manso. Donde el vos, se reduce a un “buen olor”. Yo solo quiero oler bien para vos. No me importa el resto. Jamás me importa el resto.
Un momento como ahora, donde busco la ropa que me refleja. La que me hace invisible a los ojos de todos, objeto de mi desidia, reflejo de mi poca virtud. Reflejo de mi poco ánimo. Reflejo de lo deslucido de mi existencia. Del poco brillo que tengo para ofrecerte.
Me afeito, evitando que la navaja llegue a los lugares donde debería llegar. Me peino, no sabiendo por qué debería alejar los pelos de mis ojos. Consiguientemente, estiro la toalla para secarme la cara. Debería cubrírmela entera, como si un mago pudiese cubrírmela y hacerla desaparecer. Pero nada funciona así.
Un momento, en el que voy a girar la llave para abrir, voy a encontrar que nada cambió ni cambiará, que todo esto es producto del delirio y la locura, y donde no voy a tener miedo de atravesar la puerta. Un instante, donde voy a creer que no quisiste dejarme solo y que estás a pasos de distancia. Donde no nos abandonamos, es sólo una cuestión de segundos.
Un día, en el que simplemente no deberías salir, o al menos, no deberías haber salido.