Terminó por decirme Jorge cuando estábamos hablando de las importancias de la vida, tomando uno que otro sorbo al café y sumarizando la poca importancia de lo que conversábamos por aquel entonces. Ya sé, hay veces que lo ignoro y cada vez que lo veo en el año es como para tirar reflexiones sobre la vida.
Lo sé perfectamente.
-¿Pero vos te das cuenta de lo que me decís? ¿Sabés cómo es la vida, cuando te compraste la bola de cristal?
Me contaste en aquel momento que estabas pasando por ese vacío de la media vida, medio vaso, media copa y no sabiendo donde está el borde, cuando se llena la copa, haciendo el esfuerzo por buscar el vino. Sí, la vida es así, supongo, Jorge. La disatisfacción es algo que en algún momento conocí y sentí, pero es pasajero y yo no puedo estar seguro de lo que te aconsejo por que a lo mejor en algún momento yo estuve por allí y alguna persona me dijo “es sólo cuestión de alegrarse”. Después de todo, si la felicidad es tan fácil de encontrar, a lo mejor no es lo mismo que te lo diga yo que en algún momento pensé que la habría encontrado. Después de todo, yo no soy más que vos y esto es simplemente una charla con un café. La vida no es un orgasmo, son las seis de la tarde y el sol desapareció hace un ratito dandole el lugar a las luces que invaden la urbe. Llegó la noche, sí, y yo quedo al descubierto por que mi naturaleza siempre estuvo revelada, y marcho, circulo como el fantasma de acá para allá por que el tiempo es corto y hay mil cosas para hacer. Pero me hago el tiempo por que si se requiere que yo me pause para que vos te pongas en movimiento, macho…
Las reflexiones que recorro al hablar son las mismas que usualmente invaden mi psiqui de vez en cuando y sobrevuelan como fantasmitas la idea de que todo es perenne y que el optimismo me respira la nuca. No, no es así. Rara vez soy fanático de las irrealidades que pueden aparecerme en el circulito limitado del pensamiento.
Así que no te miento Jorge:
Estás solo en esta. Estás solo en el mundo. Naciste así, probablemente vas a morir así. En los brazos de los que te quisieron. O a lo mejor, los que te esperan con los brazos abiertos allá arriba- si es que decidiste creer en la posvida. Sí, ya sé, la ilusión de mamá y papá con la sonrisa, de Marta, que se fue tan temprano y que no podés entender como Dios te gambeteó varias veces, que no podés entender como fue ella y no fuiste vos. La mala suerte, el mal karma, como lo llames, te amenaza y no te deja en paz. Pero ella no se murió, sigue viva, pero no quiere seguir viva con vos. Y duele, rasga, despedaza, desmenuza. Te desarraiga, te destruye.
Sentís como que fuiste cagado más de una vez Jorge. Ahora tenés que resucitar. De algún modo, no sé cómo. De algún modo, seguimos acá y como te digo las cosas es el modo más duro por que la vida trata así, Dios no es empleado del mostrador y hasta ahora hasta a mí se me hace difícil entenderlo. Prefiero no mirar allá arriba por que sí acá abajo las cosas son así, es difícil mirar arriba con optimismo más que sonreír al Sol al cual no podés mirar. Lo observás, e inmediatamente te pide que estornudes, como si fuese algún juego de adivinanza, y cuando estás empezando a pensar, se interrumpe abruptamente, fuerte, mueve tus pulmones, mueve tu corazón y preferís no repetirlo.
Ya sé, me acuerdo de aquella vez que me contaste que el alcohol llegó a consumirte. Y, que querés que te diga, no es bueno, aunque el alcohol siempre haya sido un escapismo por demás tentador. Toda esa inconsciencia, todo el placer, todo el vacío, todo el tiempo perdido y los borrones en la palma de la mano, los borrones en la memoria. Los acordes de aquella ternura, los mocos cayendo por el llanto de aquellas noches. De recordar donde naciste, que fuiste en la otra vida y qué es lo que hiciste en ésta. De lastimar la mano retorcida pensando y repitiendo por qué no llegaste hasta el final, concurrir al cénit en ninguna decisión. Yo me acuerdo de tu nombre, me acuerdo de tu papá y de tu mamá. Recuerdo las manos de ambos apoyadas en tu cabeza, acariciando el pelo del hijo que sería lo que ellos siempre más quisieron.
Y ahora quiero que recordés como te recuperaste. Que a pesar que lo hiciste sin ellos y lo hiciste sin mí, significa que en algún momento quisiste resucitar, fénix amigo, y que tengo el presentimiento que, de este modo, vas a volver a ser ceniza.
Ahora la única que te queda es marchar, y lo único que hay es un amigo que te dice cómo la ve. No es tu decisión, simplemente marchá, que se te escapa la vida, que arriba puede ser peor (o mejor), y que por acá, hay alguien que se acuerda de vos y que te repite las cosas a la distancia cual megáfono, más fuerte y más fuerte. Voy a sonar en tu consciencia. Y te mando un saludo grande desde este costado del mundo, donde el café no es fuerte, la vida no es eterna y las palabras que tengo para decir sólo surgen de vez en cuando, en esos raptos de moralidad falsa que en algún momento sospechaste. Sí, no lo sé mejor que vos… e intento teorizarlo. Y al menos, voy a salir en esa burbuja que siempre me caracterizó.
Es mi burbuja. En algún momento fue mi soledad. Y quién sabe, si en algún momento, yo no volveré a estar por allí. No puedo saberlo. Sonriamos, aunque la angustia nos invada y el bicho nos pique. Que el ser humano es el único ser que pudo apropiarse de un planeta, pero no supo cómo disfrutarlo.