Qué lindo sería volver a sentir el amor.
El solcito y el viento en la cara.
Pero tengo un gesto ajado, pocas ganas de revertirla.
Y las ganas de verla a ella, mi Avellaneda, me mataron en vida
e hicieron que mutilase a mi propio Dios por no decir que me quedé sin espíritu.
Estoy muerto por dentro. Dentro de poco, de este modo, lo estaré por fuera.
Volvé, ojos castaños, volvé y llená mi vida. Sigo tan seco…