Hoy pongo de vuelta a prueba el fondo de mi superficialidad. Embauco a todos los dioses que circulan a la cabeza, y en dos minutos camino hacia el centro de lo que no represento: un negocio. Una festividad falsa, día de la madre, día del padre, día del ahijado. Di-s, … voy a comprar algo para mi vieja, mal no le vendría una alegría de vez en cuando. Y comprarme algo de vuelta, por que yo sólo puedo mimarme y solito puedo defenestrarme también. Sólo que hay que invertir un poco esa proporción de placer/dolor. Girarla unos grados, nada más.
Entonces piso el “shopping”. Un lindo lugar, gris, por donde lo veas hasta que los colores inundan la retina y vacían todo el contenido. El lugar óptimo, el sitio de reunión. Una ma-ra-villa. Me engaño. Me decepciono mucho. Voy con mi hermana, hace mucho que no la veo a ella también. Anda con dos criaturas en el saco, y una convicción que parece doblar desde una cuchara hasta el puente de Zárate- Brazo Largo. Por que a los dos se nos ocurrió que un domingo sería lindo desenterrar a la vieja de la cama, cocinarle algo y darle algo lindo para que luzca las pocas veces que se puede dar el lujo de salir. Hay veces que hay que considerar quién está peor, y ahí me atrevo a preguntarme por que la vida siempre nos da la disyuntiva de considerar quién está peor. Como si estar peor o menos peor, fuese una graduación efectiva, encima de un cero, abajo de un diez, cuando está debajo del cero.. cuando es negativo.
Y me conozco, cuando pise ese lugar no me voy a comprar nada. Nada me convence, los grandes libros siempre faltan de los estantes (como si a Stephen King le faltase espacio.. siempre pueden ponerlo en el sector de psicología también)… la ropa linda.. bueno, la ropa linda siempre es una excepción. Si es que se la encuentra. Remeras de verdad, jeans cómodos, zapatillas con algo de suela abajo.. y miro para abajo este pantalón gris y tiene agujeros. Sólo me queda emparcharlo una vez más.. pero hace dos días lo cosí y sigue abriéndose en la entrepierna. Es tragicómico. Stop.
El colectivo va a tardar un millón de años, así yo puedo sacar la cara como los perros que van en el auto, lengua afuera, mirando al sol si es que decide salirse.. bicho indeciso que es.. baja presión, bajá presión.. las monedas no me van a alcanzar. Basta, basta de excusas derrotistas. Comprás chicle, un paquete de puchos.. no, los puchos no. Acordate que no vas a llegar ni a los 53. En tu familia eso es un milagro. Pero.. te llevás el discman, ponés no sé.. Sonic Youth.. algo de Radiohead. Hace dos días me preguntaron también por qué no escucho música más feliz. Chayanne no es mi estilo, qué les voy a decir. “Yo soy mas Piazzollino que Gardeliano, che”.
Me hizo acordar a aquella reversión del “otro”. Y cuando me ví a mi mismo con ese walkman cagado a patadas… pero sonriendo (el walkman no). La mochila camuflada también, un gran hito, un gran regalo. Memorias, siempre las memorias. Si cada vez que las bajo vamos de terror. Desvían todo el impulso principal: regalarle algo a la vieja. No sé como voy a hacer por que puta idea tengo de la moda yo.. parezco un hippie. No, no parezco un hippie. Tampoco un chuppie. Tampoco un yuppie, ni siquiera un puppie. Parezco salido del horno de otra galaxia, no integro ningún cánon. Me dijo, “una remera talle dos, con mangas cortas”. Y en realidad sería mucho más lindo darle algo que valga la pena. Casi da ganas de llorar. Un vestido, un pijama. Un reloj con brillantes, zapatos que cuesten más que mil sueldos. Un abanico para que reluzca las viejas virtudes de una familia buenuda. Para que la educación, las clases de inglés, alemán, francés, las dos escuelas, el piano, el idisch distinga a una mujer educada y no a una viuda desocupada cargando con los pesos de una vida de más de 50 años. Empezás a pensar que sería llegar a los 50 años… si es que llegás. Yo no lo sé. Había apostado contra mí mismo que probablemente no llegaría vivo a los 21 años. Ahora el desafío es hasta los 36. Llegar a los 36.. llegar a los 55, llegar a los 75… mil años, quince más. ¿Qué le voy a regalar entonces? ¿Un libro, algo decorativo… sólo una remera? Espero poder tentarme mucho más de lo que suelo para ir allá. Voy a llevar un gran pedazo de mis ahorros… y esperar que el cocodrilo me muerda la mano, que el fuego me queme los dedos cada vez que sostenga los billetes y recuerde cuanto tardé en juntarlos.
Entonces me dejo llevar por un impulso cuasi navideño. Que disfruten todos aquellos (que tienen un negocio). Hoy la obligación en todo sentido me supera. Pago mil, si veo sonreir a la vieja.
Se me hace tarde para implementar un movimiento. Me va a estar esperando la gorda con las dos criaturas. Cómo deseo que ellos nunca lean esto. Con suerte, no van a tener que comerse todos los lastres de toda esta familia. 50 mil kilos, 50 años…